Desde la ciudad de Cajamarca, al norte de Perú, se tardan unas tres horas en un vehículo todoterreno por un espectacular paisaje de montaña hasta llegar a conocer a alguien como José Jesús Chacón, en un lugar llamado Quinuapampa. Tiene 66 años, un hijo de 40, tres nietos y la piel curtida por unas condiciones de vida extremas, a más de tres mil metros de altitud. Chacón pregunta preocupado cuándo se van a reanudar los trabajos mineros a pocos kilómetros de su casa. Su hijo trabaja allí y después de dos meses de suspensión de actividades ha dejado de cobrar.
Se refiere al proyecto Conga, una inversión de 4.800 millones de dólares que la empresa Yanacocha, de capital estadounidense, tiene parado desde noviembre a petición del gobierno de Lima. La montaña donde vive Chacón literalmente forrada en de oro, plata y cobre. La explotación durará por lo menos 20 años. Dejará tres mil millones de dólares sólo en impuestos, 1.500 de ellos en Cajamarca.
Pero la inversión se encontró con una oposición, que llegó a episodios violentos, del gobierno regional de Cajamarca y parte de la población. Lo que iba a ser una de las minas de oro y cobre más grandes del mundo convirtió en un conflicto que puso a Ollanta Humala ante su mayor reto político.
Según datos del Ministerio de Economía, en Perú hay proyectos de inversión extranjera en minería por valor de 40 mil millones de dólares pendientes de ejecutar en los próximos cinco años. Lo más importante para que se concreten es la seguridad jurídica. La minería supone un 60 por ciento de las exportaciones de Perú y un tercio de sus ingresos fiscales. El gobierno de Humala no se puede permitir dar la imagen de que una inversión de 4.800 millones de dólares ya firmada y en marcha se va al traste por unas elecciones y una protesta local.
El presidente regional de Cajamarca, Gregorio Santos, lidera la oposición al proyecto. Tiene 45 años y encabeza la izquierda regional. Sus colaboradores dejan claro que tiene aspiraciones de saltar a la política nacional. La explotación, autorizada desde 2010, debe destruir cuatro lagunas naturales realmente bellas y modificar el paisaje por completo. No hay alternativa. Los metales están justamente debajo de las lagunas. El rechazo al proyecto se fundamenta en que esas “son las últimas fuentes de agua que le quedan a Cajamarca”, dice Santos. “No hay vía intermedia. El proyecto Conga no va”.
El gobierno encargó un peritaje internacional sobre Conga para despejar dudas. Dice que el proyecto es minería sostenible. Sin embargo, la credibilidad de Humala también está dañada, ya que hizo campaña clamando contra los abusos de las mineras.
Margarita Lucila, de 56 años, vendía frutas en el mercado de Combayo, en la montaña. “Nada bueno ha traído la mina”, decía. El trabajo no se ve por ningún sitio en este lugar”.
El proyecto de Conga es un todo o nada. Yanacocha se juega su viabilidad, porque el antiguo yacimiento, del que Conga es una ampliación, empieza a extinguirse. Cajamarca se juega salir de la pobreza y, según ellos, el futuro de su agua. El gobierno regional se juega la silla, una vez que la gente salió a la calle.
Perú se juega la credibilidad internacional como centro de inversión.
Fuente: La Voz
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